sábado, 26 de noviembre de 2016

Lo ‘indio’ versus lo hispánico en “Los ríos profundos”




Por Jorge Aliaga Cacho



El año 2011 se cumplieron cien años del nacimiento del gran escritor peruano, José María Arguedas. Los estudiosos de su obra analizan, la contribución literaria y el pensamiento crítico que el escritor hiciera de la sociedad peruana y que nos dejara como legado. Con el ánimo de contribuir a este estudio, les presento este ensayo que se concibió originalmente en el idioma inglés. En él analizó los textos de "Los ríos profundos para identificar la contradicción en los valores, de los opresores y los oprimidos, registrados en la novela escrita por el autor andahuaylino.


José María Arguedas nació en 1911, en Andahuaylas, una región de los andes centrales del Perú. “Los ríos profundos” se publicó en 1958 y es una de las obras más aclamadas de la literatura indigenista.

‘La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla’ (José Carlos Mariátegui, “Siete ensayos, 1958, p.252).

Arguedas no estiliza al indio pero su narrativa se encuadra más en el terreno del indigenismo. Sin embargo debemos estar conscientes de que el término indigenismo necesita un mayor estudio.

Mario Vargas Llosa ha escrito una descripción de uno de los mayores aspectos en “Los ríos profundos”: la memoria.

“Como en esas cajas chinas que encierran dentro de cada una, una más pequeña, en “Los ríos profundos” la materia que da origen al libro es la memoria del autor, de ella surge esa ficción en la que el protagonista a su vez, vive alimentado de una realidad caduca, presente solamente en su propia memoria. Tras esa operación de rescate del pasado, Ernesto descubre su añoranza no mejor que la presente, sino vivida en la inconsciencia, incluso, cuando todavía ignoraba el mal. (Vargas Llosa, “Ensoñación y magia de José María Arguedas”, Expreso, Lima. Es entonces a través del recuerdo de Ernesto que vamos a explorar la presencia de lo indio y lo hispánico en “Los ríos profundos”.


Desde el comienzo de la novela podemos ver como la memoria de Ernesto es yuxtapuesta con la realidad. Ernesto no espera llegar a la ciudad del Cusco para verla tal como es, sino que compara Cusco con sus memorias de los relatos hechos por su padre acerca de la gran ciudad de los Incas. ‘Entramos al Cusco de noche. La estación del ferrocarril y la ancha avenida por la que avanzamos lentamente, a pie, me sorprendieron. El alumbrado eléctrico era más débil que el de algunos pueblos pequeños que conocía. Verjas de madera o de acero defendían jardines y casas modernas. El Cusco de mi padre, el que me había descrito quizás mil veces, no podía ser ese’. (1).

El Cusco impregnado en la memoria de Ernesto era el Cusco de los Incas. Esto es obvio en la descripción mágica y respeto con que la arquitectura inca es presentada al lector. – ‘Dondequiera que vaya, las piedras que mandó formar Inca Roca me acompañarán. Quisiera hacer aquí un juramento. – ¿Un juramento? Estás alterado, hijo. Vamos a la catedral. Aquí hay mucha oscuridad. Me besó en la frente. Sus manos temblaban, pero tenían calor’. (2). Esta cita muestra que el padre de Ernesto sabía de la confusión de su hijo. También es claro que la arquitectura de la ciudad impresionó al joven Ernesto. Evidencia son la descripción que hace del Palacio de Inca Roca y cuando dice: ‘La construcción colonial, suspendida sobre la muralla, tenía la apariencia de un segundo piso. Me había olvidado de ella. En la calle angosta, la pared española, blanqueada, no parecía servir sino para dar luz al muro’. (3). En este párrafo está claro que la pared inca, el muro, recibía mayor importancia en la narración que la pared española. Los españoles usaron la base de la arquitectura inca para construir sus edificios. La catedral en Cusco es otro ejemplo de la función secundaria de la cultura española en el universo inca.

El párrafo de la página once muy bien expresa la gran impresión que la arquitectura inca causó a Ernesto:

‘Eran más grandes y extrañas de cuanto había imaginado las piedras del muro incaico; bullían bajo el segundo piso encalado que por el lado de la calle angosta era ciego. Me acordé, entonces, de las canciones quechuas que repiten una frase patética constante: río de sangre, agua sangrienta, lago de sangre que hierve; lágrimas de sangre. ¿Acaso podía decirse; piedra de sangre, o piedra de sangre hirviente? Era estático el muro, pero hervía por todas sus líneas y la superficie era cambiante, como la de los ríos en el verano, que tienen una cima así, hacía el centro del caudal, que es la zona terrible, la más poderosa.

Los indios llaman, al tiempo violento de las danzas guerreras, al momento en que los bailarines luchan.
Puk-tik, yawarrumi! Exclamé frente al muro, en voz alta. Yo como la calle seguía en silencio, repetí la frase varias veces. El viejo, su pariente tenía un concepto diferente del indio.

En la página 23 el viejo cuenta acerca de los edificios lo siguiente: ‘Inca Roca lo edificó. Muestra el caos de los gentiles de mentes primitivas’. El viejo no entendió el alma del indio. El pongo que le sirve en su casa daba señales de fatalidad social y cuando discutía de esa condición con su padre, Ernesto pregunta por qué esta situación era permitida por el Inca a lo que el padre responde: ‘los incas están muertos’. Esta es la intriga social de la novela: la realidad pasada y la memoria de Ernesto que se desarrolla durante la narración.

El zumbayllu es una historia incluida por Arguedas en “Los ríos profundos’.

El capítulo VI contiene un pasaje en el cual el narrador expresa su preocupación con el nivel de entendimiento de sus lectores no runa simi, (quechua), hablantes. El narrador no solo está interesado en una comunicación semántica con su audiencia sino que él desea proveer al lector el contenido del lenguaje espiritual. El texto contiene un concienzudo intento por parte del autor de presentar la cultura Quechua al lector, que es visto como a alguien que no la conoce.

Esto puede apreciarse en el siguiente comentario lingüístico: ‘La terminación Quechua yllu es una. Yllu representa en una de sus formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo; música que surge del movimiento de los objetos leves. Esta voz tiene semejanza con otra más vasta: illa. Illa nombra a cierta especie de luz y a los monstruos que nacieron heridos por los rayos de la luna. Illa es un niño de dos cabezas o un becerro decapitado; o un peñasco gigante, todo negro y lúcido, cuya superficie apareciera cruzada por una vena ancha de roca blanca, de opaca luz; es también illa una mazorca cuyas hileras de maíz se entrecruzan o forman remolinos; son illas los toros míticos que se hayan al fondo de los lagos solitarios, de las altas lagunas rodeadas de totora, pobladas de patos negros. Todas las illas, causan el bien o el mal, pero siempre en el grado sumo. Tocar una illa, y morir o alcanzar la resurrección, es posible. Esta voz illa tiene parentesco fonético y una cierta comunidad de sentido con la terminación yllu’. (5).

La misma preocupación por la explicación cultural la encontramos cuando el narrador explica la fabricación por parte de los indios, de sus flautas: ‘pinkuyllu, mamak’. El uso de estos instrumentos tienen funciones que solamente pueden ser entendidas por medio de la comprensión de la escala de valores de la cultura inca, sus emociones: 'Pinkuyllu es el nombre de la quena gigante que tocan los indios del sur durante las fiestas comunales. El pinkuyllu no se toca jamás en las fiestas de los hogares. Es un instrumento épico. No lo fabrican de caña común ni de carrizo, ni siquiera de mamak, caña extraordinaria y dos veces más larga que la caña brava. El hueco del mamak es oscuro y profundo. En las regiones donde no existe el huaranhuay los indios fabrican pinkuyllus menores de mamak, pero no se atreven a dar al instrumento el nombre de pinkuyllu, le llaman simplemante mamak, para diferenciarlo de la quena familiar.

Mamak quiere decir la madre, germinadora, la que da origen; es un nombre mágico. Pero no hay caña natural que pueda servir de materia para un pinkuyllu; el hombre tiene que fabricarlo por sí mismo. Construye un mamak más profundo y grave; como no nace ni aún ni en la selva. Una gran curva extrae el corazón de las ramas del huarahuay, luego lo curva al sol y lo ajusta con los nervios de toro. No es posible ver directamente la luz que entra por el hueco del extremo inferior del madero vacío, solo se distingue una penumbra que brota de la curva, un blanco resplandor, como el del horizonte en que ha caído el sol’. (6).

En el último párrafo podemos apreciar la intención del narrador de proveer la máxima representación de los detalles culturales incas. Él continúa para describir la conducta del indio cuando toca los instrumentos musicales: el pinkuyllu y el wak’rapuku son usados solamente para tocar canciones épicas y para acompañar danzas de los indios que en estado etílico cantan viejas canciones de guerra y mientras unos tocan las canciones otros se dan a trompadas ciegamente, sangran y luego lloran cerca a las sombras de las altas montañas, a los abismos, o en frente de los lagos congelados, y las estepas. Durante las celebraciones religiosas esos instrumentos no fueron tocados. Pero si fueron usados durante ceremonias para nombrar a las autoridades comunales; durante las fieras luchas sostenidas por los jóvenes los días del carnaval, cuando se marcaba al ganado o durante las corridas de toros. (“Los ríos profundos”, p.74, 75). En el mismo párrafo el narrador nos muestra signos de integración cultural occidental como son la corrida de toros y la marca del ganado. Para algunos la intención de herir al toro es moralmente más inaceptable que La voluntaria flagelación que se infligían los nativos peruanos durante sus danzas épicas. Es cierto que la corrida de toros ha sido tomada por los nativos peruanos. Sin embargo hay que notar que en varias regiones los nativos no sacrifican al animal.

La marca de ganado también fue desconocida, o no practicada por los nativos, en el pasado. En la música andina podemos ver una influencia ‘hispánica’ en el wak’rupuku que es una flauta hecha del cuerno del toro. La boquilla de metal añadida a este instrumento es también de procedencia hispánica. El narrador surte esta información cuando registra: ‘el wak’rapuku es una corneta hecha de cuernos de toro, de los cueros más gruesos y torcidos. Le ponen la boquilla de plata o de bronce’ (7). El mestizaje cultural de Arguedas y su conciencia de ello son convincentes en la mente de Arguedas. Él escribió de su reflexión acerca de estar viviendo en un mundo dividido. Para Arguedas el mestizaje es una división, un accidente, un inevitable encuentro cultural que necesita ser examinado con equidad y tolerancia.

Antonio Cornejo Polar, en su libro “Los universos narrativos de José María Arguedas”, ha escrito que en “Yawar fiesta”, y con menor claridad en “Los ríos profundos”, el contraste es entre los mundos costeño y andino. El mundo del indio contra los elementos del mundo del hispánico de la ciudad. Cornejo Polar interpreta que esta división ha sido originada por la desigualdad socioeconómica y cultural. ‘Se trata de una de las obsesiones que impregnan dolorosamente la actitud de Arguedas: la conciencia de vivir en un país dividido'. (8). Esto es obvio cuando comparamos el recuerdo del infantil Ernesto con la descripción de su vida in la escuela católica. En la primera, el mundo comunal, es descrito diferente: la ciudad occidental está llena de vicios individuales, ambición personal y codicia. ‘Es un lugar donde la gente se mata entre ellas en una absurda batalla por dinero y poder’.

El siguiente pasaje de la escuela, una institución del hombre blanco, pueden proveernos con una visión del espíritu de la escuela: ‘El padre director empezaba suavemente sus prédicas. Elogiaba a la virgen con palabras conmovedoras; su voz era armoniosa y delgada, pero se exaltaba pronto. Odiaba a Chile y encontraba siempre la forma de pasar de los temas religiosos hacía el loor de la patria y de sus héroes. Predicaba la futura guerra contra los chilenos. Llamaba a los jóvenes y a los niños para que se prepararan y no se olvidaran nunca que su deber más grande era alcanzar el desquite. Elogiaba a los hacendados; decía que ellos eran el fundamento de la patria, los pilares que sostenían su riqueza. Se refería a la religiosidad de los señores, al cuidado con que conservaban las capillas de las haciendas y a la obligación que imponían entre los indios de confesarse, de comulgar, de casarse y vivir en paz, en el trabajo humilde. Luego bajaba nuevamente la voz y narraba algún pasaje del calvario.

Después de la misa, las autoridades y los hacendados los esperaban en la puerta de la iglesia: lo rodeaban y lo acompañaban hasta el colegio’. (9).
En contraste con nuestra última cita podemos referirnos a una que, en lugar de odio y venganza, nos provee sentimientos de amor. Es un pasaje que concierne a los indios: ‘Huyendo de parientes crueles pedí misericordia a un ayllu que sembraba maíz en la más pequeña y alegre quebrada que he conocido. Espinos de flores ardientes y el canto de las torcazas iluminaban los maizales. Los jefes de la familia y las señoras, mamakunas de la comunidad, me protegieron y me infundieron la impagable ternura en que vivo’. (10).

El conflicto entre el indio y la cultura occidental puede ser visto en el siguiente pasaje. Un estudiante de extracción india expresa sus sentimientos de desacuerdo con relación a la institución educacional.

‘El interno más humilde y uno de los más pequeños era Palacios. Había venido de una aldea de la cordillera. Leía penosamente y no entendía bien el castellano. Era el único alumno del Colegio que procedía de un ayllu de indios. Su humildad se debía a su origen y a su torpeza. Varios alumnos pretendimos ayudarlo a estudiar, inútilmente; no lograban comprender y permanecía extraño, irremediablemente alejado del ambiente del colegio, de cuanto explicaban los profesores y del contenido de los libros. Estaba condenado a la tortura del internado y de las clases. Sin embargo, su padre insistía en mantenerlo en el Colegio, con tenacidad invencible. Era un hombre alto, vestido con traje de mestizo. Usaba corbata y polainas. Visitaba a su hijo todos los meses. Se quedaba con él en la sala de recibo, y le oíamos vociferar encolerizado. Hablaba en castellano, pero cuando se irritaba, perdía la serenidad e insultaba en quechua a su hijo. Palacios se quejaba, imploraba a su padre que lo sacara del internado’. (11).

La última cita refleja claramente el dilema y experiencia de Arguedas desde su niñez: el dilema del mestizaje se muestra en la forma de ambigüedad racial. Por ejemplo la actitud del padre de Palacios, un cholo, que hablaba en español cuando estaba calmado pero en quechua, el lenguaje inca, cuando estaba molesto. Este fenómeno puede ser observado en varios pasajes del libro. Ernesto, un personaje autobiográfico, muestra varios signos de ambigüedad racial, a los que me referiré más tarde. Julio Ortega dijo lo siguiente acerca de Arguedas: ‘El personaje de sus cuentos derivaba constantemente en esta ambigüedad racial, que es una lucha solitaria entre la configuración afectivamente indígena y las urgencias de la conciencia’. (12).

El mestizaje está presente también en otros pasajes, por ejemplo, el narrador dice que Antero, el estudiante del segundo año, el dueño de los zumbayllus, tiene pelo rubio (p.77), pero él también dice después (p.80) que las raíces del pelo de Antero eran negras. El papá de Ernesto debemos recordar eran azules. Y que Antero y el Markaska, tenían preferencia por las muchachas de tez oscura. Y flaquitas:

‘De lejos y de cerca he mirado a todas las chicas. Y ella es la reina. Se llama Salvinia. Está en el Colegio de Las Mercedes. Vive en la Avenida de Condebamba, cerca del hospital. Tiene ojos chiquitos y negros. El cerquillo le tapa la frente. Es bien morena, casi negra’. (13).

El gusto de Ernesto por el tipo de las muchachas que prefiere es diferente (en la p. 68) cuando el recuerda a la chica de sus sueños.

Allí, Ernesto, manifiesta su preferencia por una muchacha delgada, pequeña y de ojos azules:

‘debía ser delgada y pequeña, de ojos azules, y de trenzas’. (14).

Sin embargo, si lo último es una ambigüedad de atracción racial cuando examinamos los problemas de raza y poder, encontramos en “Los ríos profundos’, bien definido, quienes son los que controlan el poder. También vemos la pobre condición del pongo, quechua hablante, vestido en harapos o la del mestizo que aunque gozando de diferente condición no eliminaba su condición de empleado del viejo, como el pongo. Las penurias de estos personajes se miden por su grado de transculturación.

El mestizo vestido con atuendos occidentales y mejor comando del lenguaje español se ubica en mejor lugar de la pirámide social. La relación social del pongo era muy diferente a la que tenía Antero. Ernesto está consciente de esto cuando dice:
‘Hasta aquella mañana de los zumbayllus, Antero había sido notable únicamente por el extraño color de su cabello y por sus grandes lunares negros. El apodo lo singularizó pero le quitó toda la importancia a la rareza de su rostro, me dijeron cuando pregunté por él. Era mayor que yo y estudiaba en el segundo grado de media; me adelantaba en dos grados. En su clase no se distinguía ni por excelente ni por tardo. No tenía amigos íntimos y era discreto. Sin embargo, algún poder tenía, alguna autoridad innata, cuando sus compañeros no lo convirtieron en “punto” de la clase, es decir, en el hazmereir, en el manso, o el raro, el predilecto de las bromas. A él solo le pusieron un apodo que no lo repetían ni con exceso ni en son de burla’. (15).

La división de clases sociales también se muestra al comprobarse que tanto Antero como el viejo o Salvina poseían sirvientes indios. Esto está claro cuando Antero, dice:
‘No, todavía no. Pero con su sirvienta le he mandado decir. Su sirvienta es de mi pueblo’. (p.81).

En la escuela la división de clases se manifiesta por una combinación de factores: racial, étnicos y económicos. El hermano Miguel, cura mulato, se encuentra ubicado en la base de la jerarquía del clero. Palacios, el estudiante indio, es también el más humilde de sus compañeros. Sin embargo, la presencia de Palacitos en la escuela es debido a la posición económica del padre. La opa, la mujer loca, era de extracción indígena como también lo eran los sirvientes de la escuela.

En el capítulo XI, titulado “Los colonos”, se puede apreciar que Gerardo y Pablo, hijos del comandante del pueblo, presentaban distintas características sociales: son como iconos de la vida en la ciudad. La preponderancia de los criollos sobre los indios o gente de extracción rural puede reflejarse en el siguiente párrafo:
‘Pablo, el hermano de Gerardo se hizo amigo de Valle. Él también cultivaba la erudición y la elegancia. Conquistó, además, a un Martel, a un Garmendia, y a un joven delgado y pálido, de apellido extranjero, que tampoco se mezclaba con la plebe. Cuidaban de su ropa y no iban al campo de tierra. Subían durante los recreos al corredor alto. El Padre Director los toleraba. Ocuparon también la parte del corredor que daba al salón privado del Director, sobre la bóveda de entrada al colegio. El Padre no los echó de allí. Reunidos en ese lugar privado, limpios, con los puños de la camisa almidonados, sus corbatas de seda bien cuidadas, y el k’ompo de Valle que se hizo cotidiano, ese grupo de alumnos que daba la impresión de gente empingorotada que estuviera de visita en el Colegio.’(16).

La dicotomía ciudad-pueblo o criollo-indio, en esta novela, no es tan clara como en sus otras obras. Sin embargo las complexidades culturales y étnicas aludidas en ‘Los ríos profundos´ nos hacen percibir la presente realidad. El arribo de los costeños a Abancay parece que hizo más clara la distinción entre los dos grupos raciales. Gerardo parece haber tenido éxito en influenciar a sus compañeros de colegio:

-‘Romero también se dejaba guiar por él’. ‘-No hay discusión,- decía’. ‘En la costa saben más que nosotros tienen más adelanto en todo. Dejó de tocar su rondín varias noches. Lo sentí preocupado. Yo lo seguía. Palacitos estaba deslumbrado por sus nuevos descubrimientos'. –‘No puedo tocar. No hay ánimo –me dijo Romero, cierta noche'. ‘-Sin ti no habría equipo, de nada'. 'Y no conoces sino Andahuaylas y Abancay, y el camino -le dije'. '– ¿Así que tú crees que en la costa no hay más adelanto? –Sí, creo que hay más adelanto. Pero, ¿Quién te gana a ti en salto largo? ¿Quién te pasa en la defensa? ¿Te pasa Gerardo? ¿No he visto como le haces hociquear en el campo y la bola queda a tus pies? Romero era ingenuo, alto fuerte, creyente'. 'Tocó huaynos en seguida, esa noche. ¿Casi te avergonzamos del huayno, no? – Le pregunté -¿Será eso? –dijo’. (p.219).

En el siguiente párrafo, Romero explica lo que siente acerca de la influencia que ejerce Gerardo sobre sus compañeros. Romero dice que Gerardo, el chico de la ciudad, no entiende el quechua no sé si me desprecia cuando me oye hablar quechua con los otros. Pero no entiende, y se queda mirando, creo como si uno fuera llama’. (p.220). La Iglesia también cumple un papel en la dicotomía indio-hispánica dicotomía del trabajo de Arguedas. En ‘Los ríos profundos’ el mensaje de los curas a los indios es distintivo y contradictorio en relación al mensaje que dirige a los terratenientes. La Iglesia ayuda a consolidar el poder en las manos de los ricos. Esto es obvio en el siguiente párrafo:
‘Aquí hemos venido a llorar, a padecer, a sufrir, a que las espinas nos atraviesen el corazón como a Nuestra Señora! ¿Quién padeció más que ella? (17).
Indudablemente este era un mensaje que buscaba la resignación del indio a su miserable existencia y a la preservación de la clase del blanco, criollo, terrateniente, como clase dominante.

En 1968 el gobierno nacionalista del General Velasco Alvarado promulgó la Reforma Agraria. En 1969, Arguedas se suicida dentro de un claustro universitario donde trabajaba como catedrático.
Estoy de acuerdo con Sara Castro Klaren (18) cuando ella nos dice que la literatura de Arguedas no es ni indianista ni indigenista, tampoco regionalista ni ‘novela de la tierra’; tampoco es una novela protesta. Lo que Arguedas hace es sintetizar todas esas corrientes para ofrecernos una visión íntima de un mundo nacional hasta ese momento inexplorado. Arguedas, a través de una narrativa realista, dibuja una refinada memoria de su vida en los andes del Perú que fue foco, y continua siéndolo, de una confrontación histórica entre la cultura autóctona oprimida y la occidental opresora.



Bibliografía
1 “Los ríos profundos”, p.8, Alianza Editorial, Madrid 1994
2 Idem, p.13.
3 Idem, p.12.
4 Idem, p.35.
5 Idem, p. 72.
6 Idem, p. 73.
7 Idem, p.73.
8 Cornejo, Polar Antonio, “Los universos narrativos de JMA”, p.17, Losada, Buenos Aires, 1973.
9 “Los ríos profundos”, p.49,50.
10 Idem, p. 48.
11 Idem, p. 60.
12 Ortega, Julio, Introducción to “Los ríos profundos”, Pergamon Press, Oxford, 1973.
13 “Los ríos profundos”, p.81.
14 Idem, p. 68.
15 Idem, p. 80.
16 Idem, p. 128.
17 Idem, p. 124.

18 Castro Klaren, Sara, “El mundo mágico de JMA”, p.17,IEP, Lima, 1973.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Jorge Aliaga Cacho

III Encuentro Internacional de Poetas y Escritores "Jorge Aliaga Cacho", Hualmay, Perú, 2016


Por Antonio Florido

Hablamos de un brillante intelectual peruano que se ha echado a la espalda la responsabilidad de impulsar la unión de todos los escritores latinoamericanos. Rodeado de muchas voces que claman para que la literatura deje de ser un objeto más que se vende y se compra en este mundo capitalista y del negocio, Jorge Aliaga reflexiona, escribe, publica, difunde su obra, anima a sus amigos artistas; es la voz, en definitiva, de todo un mosaico de países donde la cultura emergió ya hace mucho. La idea es no solamente esta unión decisiva, sino convertir a la literatura y a sus creadores en la segunda ola, el segundo boom creativo, y que este impulso provoque un giro, un cambio en las instituciones públicas y en la clase política.
Una mudanza determinante, mediante la acción de formar parte de la misma esencia política para que, desde su interior, la meta a alcanzar se logre con más eficiencia.
Ahora, mejor que mañana, necesitamos que la creatividad y la imaginación alcancen todos los rincones del mundo hispano. Conseguir que nuestra lengua se convierta en una herramienta que una con más fuerza si cabe los dos lados del atlántico.
Desde estas líneas tomo también el testigo y el ejemplo de nuestro amigo Jorge Aliaga y, junto a él, estaré, estaremos izando la bandera por una literatura de todos, por una creación impermeable al negocio, por un intento de lograr borrar la mediocridad y para que demostremos, de una vez por todas, que la calidad va más allá de las puras cuentas de resultados.
Como regalo, dos gotas expresivas extraídas de su poemario “Mujeres malas, mujeres buenas”, publicado por Ediciones Vicio Perpetuo Vicio Perfecto, en Lima, año 2013.


LIMEÑA

Limeña, 
garbo, 
flecos de tu aliño 
acarician canela piel. 
Rítmico paso te lleva, 
castañuelas y cajón, 
sinfonía para los sentidos. 
Mi guitarra llora en su trino. 
Te vas por calles de antaño, 
camino del puente te alejas, 
dolor mío ignoras, 
dolor que causa el no tenerte. 
Limeña garbo y armiño, 
tuviérate en mi última noche, 
tuviérate aunque sea 
hasta el alba. 
Iríame después con el río, 
Limeña, 
garbo y armiño.


TU BOCA

Tu boca no fue suficiente.
Las cosas que con ella prometiste, 
juraste, callaste, dijiste. 
Tu boca no fue suficiente. 
No, no fue suficiente tu boca. 
Y mi amor angustiado dejó 
el placer que con ella me diste. 
Rompí el embrujo de tus labios rojos 
duchos en placeres, libidinosos, 
lácteos. 
Ahora te ahogas en mares de un día, 
tu lengua ansía encontrar 
la serena laguna que tuviste, 
donde anclabas tu cuerpo 
para limpiar los besos 
que a extraños diste. 
Tu boca. 
Tu boca y tú: 
no pueden creer 
que me perdiste.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Palabras de Jorge Aliaga en el XIX Encuentro del Mundo de la Cultura en La Serena, Chile

Jorge Aliaga Cacho
Señor alcalde de la ilustre municipalidad de La Serena,
señora directora de la cultura, señor presidente de la Sociedad de Escritores de Chile:

Primero deseo expresar mi agradecimiento a los delegados al XIX Encuentro del Mundo de la Cultura por permitirme hacer el uso de la palabra.en esta bella ciudad de La Serena. Agradezco también a aquellas autoridades que han contribuido a la realización de este importante evento cultural que nos permitirá analizar, la realidad del ejercicio de la labor literaria de nuestros pueblos y, establecer puntos de coincidencia para trabajar colectivamente en un programa conjunto que ligue la creación literaria de nuestros autores con el público lector de nuestros respectivos países. Y así, de algún modo, romper el cerco que se nos ha impuesto desde siempre por parte de las grandes editoras, distribuidoras y cadenas comercializadoras del libro.
Este encuentro nos permite también, comprobar el grado de apoyo, por parte de las autoridades de la municipalidad y el Estado, al desarrollo de la actividad cultural de nuestra gente, término eufemístico que ahora se viene usando para referirse a la palabra pueblo.
Sí, apreciados amigos, estamos aquí gracias al concurso de todos y fundamentalmente al sacrificio que hacen los escritores del mundo para movilizarse hasta La Serena, Coquimbo, Huacho o Tarija, para elevar al viento la voz del escritor y el compromiso con su pueblo.
Por ello, deseo expresar aquí, a nombre de todas las delegaciones provenientes de diferentes partes del mundo, el agradecimiento por el esfuerzo que hacen tanto los escritores, las autoridades edilicias y otros, para mantener a la cultura viva en la agenda cultural de nuestros países.
Muchas gracias, Edmanuel Ferreira Mondaca, Luis Aguilera, Roberto Salinas Morán. Gracias por llevarnos el mensaje de Gabriela Mistral y vuestras obras al Perú, para compartirlas también con hermanos escritores de diversas partes del mundo. Graciaseñor alcalde, directora de la cultura, y gracias hermanos escritores del mundo que han hecho posible, con su caminar, este XIX Encuentro del Mundo de la Cultura. Viva la Sociedad de Escritores de Chile, Viva La Serena, Viva Coquimbo. Viva la hermandad de nuestros pueblos.
(Aplausos...).

La Serena, Chile. 10 de octubre de 2016

“Ochún camina sola bajo la lluvia”, del escritor Luis E. Aguilera



Edmanuel Ferreira Mondaca, Presidente de La Sociedad de Escritores de Chile (Sech), Filial Gabriela Mistral, Región de Coquimbo y Roberto Salinas, Gerente General de la Cooperativa Agrícola Pisquera  Capel Ltda. Tienen el agrado de invitar a usted al lanzamiento oficial del libro: “Ochún camina sola bajo la lluvia”, del escritor Luis E. Aguilera, 

Esta actividad cultural se llevará a efecto en el Museo Gabriela  Mistral de la ciudad de Vicuña, el día viernes 25 de noviembre del presente, a las 19,00 horas, calle Gabriela Mistral 759.

Esperamos contar con su presencia, la que dará mayor realce a esta actividad cultural.

Para finalizar se ofrecerá un vino de honor. 


“Siempre pensé y concordé con mis amigos, en largas noches de bohemia que “la distancia no es la medida exacta de un viaje, sino la huella que este deja en uno y la persistencia de sus recuerdos”. —Sí claro, soy un gran caminante. Las ciudades se leen con los pies, lentamente. Por eso, probablemente, me gusta ir por ahí, caminando distraídamente por los diferentes caminos que me brinda la vida, coleccionando parques, playas, puertos, portales, calles, callejones, bohíos, pueblos y ciudades en mi memoria; o quizás sea, porque “Cuba en su mapa es: un largo lagarto verde, con ojos de piedra y agua”; es un país que invita a ello, que nos hace vibrar en cada uno de estos mágicos espacios. Es una isla que nos suele ofrecer los más disímiles y asombrosos contrastes, la gracia y la musicalidad que late en la memoria de sus antepasados que perviven constantemente en cada uno de ellos, es un pueblo con personalidad propia, de habitantes activos en pensamiento e ilimitados en solidaridad y humanidad”.
 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

El rescate de Imaybé, la mujer que se volvió árbol

 El rescate de Imaybé, la  mujer que se volvió árbol
Rene Aguilera Fierro, junto a otros escritores de América Latina, anima una nueva ola en la Literatura mundial. Ella es un torrente de hermandad, amistad, inclusión y solidaridad. Los escritores de Tarija, La Paz, Huacho, Lima, Jujuy, Guayaquil, La Serena, Coquimbo, Puerto Montt, Santiago de Chile, Santiago de Chuco, y muchos más, hoy fortalecen vínculos de amistad para avanzar en la organicidad que nos permita conquistar mejores condiciones para la labor del escritor en nuestro continente. René ha diseñado la bandera verde de la unidad y, la también boliviana, Jackeline Barriga viene proponiendo la 'poesía en acción' que ha llamado la atención de la media internacional. Por su parte la contraparte chilena llama a la Internacional de Escritores y en el Perú hay voces que llaman al advenimiento de un segundo boom literario. Lo cierto es que las arcaicas tribus corruptas que habían mantenido el control de las agendas literarias en sus respectivos países, ya perdieron toda credibilidad y se ha dado paso a una nueva ola que crece en iniciativas y propuestas de los propios escritores que, año a año, realizan numerosos encuentros alrededor del mundo, en los cuales denuncian la falta de apoyo de los gobiernos a las actividades literarias y culturales. Mientras tanto el statu quo literario calla, no opina, o sus integrantes viven gozando de alguna prebenda  proveída por el sistema. En décadas, esta situación, con excepciones, ha mantenido a los escritores en completa desorganización y sin leyes de escritores que los protejan. Ahora en conversaciones en diferentes partes del mundo los escritores han convenido de que es hora de acabar con la división y unirse en torno a un programa mínimo que nos permita una acción conjunta. Juntosí podemos, divididos nunca. 
Jorge Aliaga Cacho - Comité Editorial Jananti

Por  Danitza Montaño T/El País Nov 13, 2016


Son muchas las leyendas que rodean al Gran Chaco y entre ellas está la que se refiere a Imaybé, un árbol de toborochi con forma de mujer dando a luz.  El escritor tarijeño René Aguilera Fierro recogió este relato en su libro “Leyendas y tradiciones”.
Relata que desde los albores de la conquista, el indígena fue considerado poco menos que un animal de carga. Los españoles sólo veían en ellos a los poseedores del codiciado oro o del secreto del dorado, así aprovechaban de su fuerza de trabajo y les privaban de su libertad.
El Virrey del Perú don Francisco de Toledo, en 1574 dirigió la guerra contra los chiriguanos. A pesar de las matanzas, fracasó en su intento de reducirlos. Diez años después, la audiencia de Charcas resolvió declarar nuevamente guerra a los chiriguanos. 
La declaración expresaba: “Tenerles por cautivos y esclavos. Mujeres y descendientes deberían quedar como Yanaconas”. Además dicha resolución mandaba a que se publique y se pregone a fuego y sangre que los indígenas sean castigados y a los demás les sirva de ejemplo.
Sin embargo, de acuerdo a Aguilera Fierro, los nativos sólo defendían su territorio mientras los españoles ingresaban a destruirles sus rancheríos, cementeras y aprovisionamientos. Finalmente los indígenas capturados eran conducidos como esclavos.
Sin embargo, la tradición oral cuenta que en el corazón del Gran Chaco, en la aldea del cacique Chimeo vivía una pareja de chiriguanos, que se amaban y eran muy felices. Iñiguazu, joven guerrero, desde muy joven se había destacado por su valentía e inteligencia en la defensa de su tribu, así como de las incursiones que efectuaban a otros pueblos. Éste era astuto en las operaciones que preparaba contra los blancos. 
Junto al cacique Chimeo participó en varias ocasiones en treguas y conversaciones de paz, convenios en los que casi siempre fueron engañados. No obstante, siempre respetaron la vida de sus adversarios. 
La leyenda relata que el joven Iñiguazu era un verdadero guía espiritual, su trabajo lo compartía con Imaybé, su bella y joven esposa, quien era respetada por su laboriosidad e ingenio. Según el relato habían esperado con ansiedad la llegada de su primer hijo y el día estaba próximo. 
La dicha de Imaybé era incomparable y su felicidad era compartida por toda la tribu. Más aún, cierto día la comunidad de Iñiguazu festejaba un acontecimiento, cuando de pronto fueron sorprendidos por los soldados españoles, que disparaban sus armas a diestra y siniestra, mataban a mujeres, ancianos y niños, al tiempo que incendiaban cosechas y derribaban chozas.
Pasada la sorpresa, Iñiguazu instruyó a Imaybé que huyera a la selva como medida de seguridad, pues además de la vida de ella, la vida de su hijo estaba en peligro. En el ínterin, ellos se reorganizarían para la defensa. Empero, todo fue en vano. En la sangrienta masacre cayeron muchos indígenas, entre ellos Iñiguazu y el cacique Chimoa.

La persecución de Imaybé 
Según la leyenda, el Caray, un hombre blanco, arrogante e inescrupuloso salió en persecución de los dispersos chiriguanos, no para capturarlos, sino para exterminarlos. Según Aguilera Fierro, ya estaban próximos a Imaybé pero la condición adversa de la selva les dificultaba caminar y avanzar como deseaban. Del mismo modo, la constitución de Imaybé tenía un límite y su estado de gestación no lo soportó. 
Imaybé dio a luz en un recodo de la maleza. Cuentan que los pasos y voces enemigas se escuchaban cada vez más cerca e intimaban a la indefensa mujer, que en un estado de impotencia, invocó a Tumpa, el Dios de la selva para que la proteja de la carnicería humana de la que eran presa sus hermanos de sangre y ahora ella.
Tumpa, que tantas veces había castigado al usurpador, atendió la invocación de Imaybé y casi cuando estaban sobre ella, la convirtió en una planta de toborochi, árbol pulposo y de hermosas flores. 
“Tumpa, prometió que un día devolvería su forma animada a Imaybé y a su niño recién nacido, cuando hayan terminado las injusticias, los odios y las guerras”, relata el escritor.
Una tradición oral 
Esta tradición oral se ha conservado en labios de los indígenas de generación en generación, aseverando, que Tumpa -el Dios de la selva- viendo a Imaybé expuesta a la atrocidad del invasor, en el sublime alumbramiento, hizo que se convierta en árbol de Toborochi o Yuchán. De esta manera, el niño- aún entre los muslos- fue convertido en la raíz.  

El rescate de Imaybé
De acuerdo a algunos pobladores del Gran Chaco, con el correr del tiempo, se perdió el lugar exacto de estos acontecimientos. Sin embargo, el progreso paulatino de esta parte de América, hizo que se abriera la carretera al Gran Chaco por la zona de Tapecua. 
Indudablemente, nadie pudo suponer que a sus orillas se encontraría a Imaybé. El árbol estuvo al borde de la carretea por algunos años, de tal manera que todos los viajeros pedían a las flotas o vehículos particulares un breve estacionamiento para retratar la imagen. 
A finales del mes de agosto de 1998, el escritor René Aguilera Fierro fue comunicado que el árbol de Imaybé había sido derribado. Inmediatamente después, tomó contacto con amigos de la población de Yacuiba y Entre Ríos, a fin de averiguar qué sabían sobre el tema. Finalmente se le informó que Imaybé se encontraba en Yacuiba. 
Imposibilitado de viajar, esperó unos días para trasladarse a la población fronteriza. Una vez allí, le indicaron la dirección donde se encontraba el árbol, se trataba de un domicilio particular. La justificación de su poseedor era que se había caído del talud, puesto que se encontraba a orillas del camino. 
El árbol  estaba mutilado, secándose y expuesto en un patio donde el sol abrazador del Gran Chaco le extraía su savia.  El hombre que la había extraído deseaba colocar a Imaybé en el jardín de ingreso a su clínica pediátrica y ginecológica, por lo que su primer argumento no fue convincente. 
El escritor se trasladó a Entre Ríos, a cuya jurisdicción corresponde la zona de Chimeo, lugar donde se encontraba Imaybé. Denunció ante las autoridades el hecho y esto surtió efecto, pues  de inmediato se trasladó una comisión a Yacuiba y rescataron lo que quedaba del árbol.
Posteriormente Imaybé fue trasladada a Entre Ríos, a las faldas del Campo de la Cahuarina, empero la madera no había sido tratada para su conservación y se encontraba en deterioro. Una vez más el escritor pidió que se la saque de allí y se la coloque sobre un pedestal y bajo un techo que la proteja del sol, viento y lluvia. 
Finalmente Imaybé fue puesta a los pies del Cristo Redentor, incrustada en un pedestal, con un precario techo de paja. Más tarde, para evitar su desaparición, el artista Vicente Mujica Mier, trabajó una copia con una maestría admirable.
En la actualidad, la belleza de Imaybé, se yergue incólume a los pies del Cristo Redentor, mirando con amor al pueblo de Entre Ríos que le dio vida eterna.

más detalles del árbol de toborochi
Imaybé extraída  
Imaybé fue extraída del costado de la carretera al Chaco, luego fue llevada a Yacuiba a un domicilio particular, donde permanecía sin ningún cuidado.

Árbol en la carretera 
Imaybé antes de ser mutilada permaneció por algunos años al borde de la carretera al Chaco. En dicha zona estacionaban los viajeros para sacarle fotografías.

Leyenda recuperada 
El escritor René Aguilera Fierro recuperó la leyenda en su libro “Leyendas y tradiciones”, donde usó una ilustración gráfica.